Durante 7 años viví en Madrid
(España), desde los 9 hasta los 16 años recorrí las calles de Usera (el barrio
donde viví) y edifiqué sin saberlo en lo que me convertí en la actualidad.
Fueron años maravillosos que en ocasiones parecen invención de mi mente, pero
que en el fondo de mi corazón guardo con gratitud y cariño. Fueron muchas las
cosas que viví como extranjera, pero una de las experiencias que más me
llenaron fue poder conocer a adolescentes como yo que venían de lugares tan
dispares como Guinea Ecuatorial, Rumanía, Ecuador o China. Creo que el poder
compartir con tantas culturas y entender que mi forma de ver el mundo es solo
una de las miles de opciones que existen me cambió como persona.
Últimamente ando un tanto nostálgica
por todo lo que vemos en televisión (aunque yo no la tenga) y he recordado
mucho mi estancia en tierras europeas, es verdad que en ese momento por la efervescencia
de la edad no era consciente de la trascendencia que esas experiencias tendrían
en mi vida y ahora me lamento porque hay instantes que se fueron y no logro
traer a mi memoria. Me esforzaría por aprender inglés con Alex, seguiría
jugando baloncesto con Juanín y comería muchos kebabs (cuanto los extraño).
Pero ahora al analizar la
suerte que tuve de poder compartir una semana, un mes o años con personas tan
maravillosas y saber que la vida es eso, un ir y venir, un cruce de historias
que confluyen en un instante, me hace sentirme AGRADECIDA e inevitablemente me acuerdo de Paloma, la trabajadora social del Pradolongo que tanto me inspiró, gracias porque 10 años después puedo decir que todo lo que hiciste por nosotros los emigrantes fue maravilloso, gracias a tí tomé la decisión de ser trabajadora social y apostarle a la educación. No cabe duda que cada acción puede hacer la diferencia.
El tiempo pasó y
estas letras las escribo desde tierras tropicales en la Colombia de mis amores. Y al observar lo que pasa a mi alrededor pienso que las personas tal vez por miedo a lo desconocido
rechazamos y etiquetamos a ese otro que es diferente a mi, porque siempre es más fácil rechazar que darse a la tarea de conocer y entender su posición. Por ello creo que uno de los regalos que yo
le puedo hacer a mi hijo y que mis padres me hicieron sin saberlo, fue el
conocer y reconocer que este mundo es un mundo de múltiples caras, de muchos
tonos de humanidad y que todos somos vecinos de esta tierra, darle alas para
vea más de lo que yo vi y sea un ciudadano del mundo.