jueves, 17 de noviembre de 2016

Al otro lado del Atlántico...

Durante 7 años viví en Madrid (España), desde los 9 hasta los 16 años recorrí las calles de Usera (el barrio donde viví) y edifiqué sin saberlo en lo que me convertí en la actualidad. Fueron años maravillosos que en ocasiones parecen invención de mi mente, pero que en el fondo de mi corazón guardo con gratitud y cariño. Fueron muchas las cosas que viví como extranjera, pero una de las experiencias que más me llenaron fue poder conocer a adolescentes como yo que venían de lugares tan dispares como Guinea Ecuatorial, Rumanía, Ecuador o China. Creo que el poder compartir con tantas culturas y entender que mi forma de ver el mundo es solo una de las miles de opciones que existen me cambió como persona.

Últimamente ando un tanto nostálgica por todo lo que vemos en televisión (aunque yo no la tenga) y he recordado mucho mi estancia en tierras europeas, es verdad que en ese momento por la efervescencia de la edad no era consciente de la trascendencia que esas experiencias tendrían en mi vida y ahora me lamento porque hay instantes que se fueron y no logro traer a mi memoria. Me esforzaría por aprender inglés con Alex, seguiría jugando baloncesto con Juanín y comería muchos kebabs (cuanto los extraño).

Pero ahora al analizar la suerte que tuve de poder compartir una semana, un mes o años con personas tan maravillosas y saber que la vida es eso, un ir y venir, un cruce de historias que confluyen en un instante, me hace sentirme AGRADECIDA e inevitablemente me acuerdo de Paloma, la trabajadora social del Pradolongo que tanto me inspiró, gracias porque 10 años después puedo decir que todo lo que hiciste por nosotros los emigrantes fue maravilloso, gracias a tí tomé la decisión de ser trabajadora social y apostarle a la educación. No cabe duda que cada acción puede hacer la diferencia. 

El tiempo pasó y estas letras las escribo desde tierras tropicales en la Colombia de mis amores. Y al observar lo que pasa a mi alrededor pienso que las personas tal vez por miedo a lo desconocido rechazamos y etiquetamos a ese otro que es diferente a mi, porque siempre es más fácil rechazar que darse a la tarea de conocer y entender su posición. Por ello creo que uno de los regalos que yo le puedo hacer a mi hijo y que mis padres me hicieron sin saberlo, fue el conocer y reconocer que este mundo es un mundo de múltiples caras, de muchos tonos de humanidad y que todos somos vecinos de esta tierra, darle alas para vea más de lo que yo vi y sea un ciudadano del mundo. 

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