sábado, 12 de noviembre de 2016

CON-VIVIR


Esta mañana leía una noticia donde alertaban que en los últimos días después de la victoria del señor Trump en los colegios y universidades de Estados Unidos se ha producido un alza en los casos de intolerancia y violencia simbólica contra distintas minorías raciales, religiosas y demás.

La noticia lejos de ser un chiste, refleja una situación que parece extenderse sutilmente entre la cotidianidad de las personas, el chiste sexista, las palabras discriminatorias, el creerse mejor que el otro… todo esto son el resultado de prácticas culturales discriminatorias y excluyentes, y aunque parece que es en los últimos años que han surgido, yo diría que siempre han estado allí. Nos asombramos por lo ocurrido en los campos de concentración Nazi, pero callamos cuando excluyen a otro ser humano. Todo esto me preocupa pues no sé qué en mundo va a vivir Mateo, Gaby, Luisa y todos los  niños de este planeta.

¿Cómo criarlos en el respeto a las diferencias, en la comprensión y en la empatía, cuando los adultos “quienes organizamos la sociedad” nos categorizamos por “negro”, “latino”, “musulmán”?. ¿Cómo hacerle entender a un niño de 6 años que TODOS, somos iguales en tanto sujetos de derechos, cuando cada día los medios de comunicación y la vida cotidiana nos vende que no es así?

Vivo en Colombia, un país que según su constitución política de 1991 se consagra como un país plurietnico y multicultural, un país donde no existe un único color de piel, sino múltiples matices con su historia y su cultura… pero desgraciadamente la intolerancia se vive, la exclusión también: mujeres, afros, indígenas, deben lucha cada día por vencer los estereotipos marcados…. Y ahí donde pienso al observar a Mateo jugar con sus amigos en el parque (de distintas razas, alguno en condición de discapacidad y de distinto nivel económico) como el sentirse superior no es un sentimiento innato en el ser humano, los niños juegan sin reparar en ese diferencias… pero poco a poco la cultura, el entorno les va mostrando una forma de relacionarse y les enseña las categorías, de color, de sexo, de estrato, hasta de religión, y como cada uno desde su perspectiva tienden a creer que tiene la razón; se produce la fractura y ya ese niño que simplemente se preocupaba en jugar con otros seres humanos, ahora se siente diferente y debe buscar a sus iguales.

Ahí comienza la exclusión, en esa micro sociología de lo cotidiano y contra ella debemos luchar, si queremos pensar en un país y un mundo en paz, debemos empezar por criar niños empáticos, comprensivo y respetuosos, que reconozcan las diferencias con los demás sí, pero que sean capaz de ver más allá de lo superficial y encontrarse con el ser que tienen en frente.


Parece una tarea titánica, pero creo que cada uno desde nuestro lugar lo podemos hacer, como mamá trato de que mi hijo entienda y sienta a los demás como sus hermanos, que comprenda que solo somos un grano de arena en la inmensidad de la humanidad. Somos polvo de estrella que algún día retornará a su lugar en el universo, y por ello debemos mirar a los demás y a nuestra Tierra con humildad, la humildad que da el reconocer que todos estamos conectados y debemos saber CON-VIVIR. Tal vez por todo lo anterior me encanta la pedagógica Montessori y su propuesta en la EDUCACIÓN CÓSMICA, María Montessori vivió la primera guerra mundial, tuvo que huir del fascismo italiano y por tanto sabía mejor que nadie los excesos a los que puede llegar un ser humano, su propuesta cien años después podría arrojarnos luz en medio de tanta oscuridad que en ocasiones parece reinar. 

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