Esta mañana leía una
noticia donde alertaban que en los últimos días después de la victoria del
señor Trump en los colegios y universidades de Estados Unidos se ha producido un
alza en los casos de intolerancia y violencia simbólica contra distintas
minorías raciales, religiosas y demás.
La noticia lejos de ser un
chiste, refleja una situación que parece extenderse sutilmente entre la
cotidianidad de las personas, el chiste sexista, las palabras discriminatorias,
el creerse mejor que el otro… todo esto son el resultado de prácticas
culturales discriminatorias y excluyentes, y aunque parece que es en los
últimos años que han surgido, yo diría que siempre han estado allí. Nos asombramos
por lo ocurrido en los campos de concentración Nazi, pero callamos cuando excluyen
a otro ser humano. Todo esto me preocupa pues no sé qué en mundo va a vivir
Mateo, Gaby, Luisa y todos los niños de
este planeta.
¿Cómo criarlos en el
respeto a las diferencias, en la comprensión y en la empatía, cuando los
adultos “quienes organizamos la sociedad” nos categorizamos por “negro”,
“latino”, “musulmán”?. ¿Cómo hacerle entender a un niño de 6 años que TODOS,
somos iguales en tanto sujetos de derechos, cuando cada día los medios de
comunicación y la vida cotidiana nos vende que no es así?
Vivo en Colombia, un país
que según su constitución política de 1991 se consagra como un país plurietnico
y multicultural, un país donde no existe un único color de piel, sino múltiples
matices con su historia y su cultura… pero desgraciadamente la intolerancia se
vive, la exclusión también: mujeres, afros, indígenas, deben lucha cada día por
vencer los estereotipos marcados…. Y ahí donde pienso al observar a Mateo jugar
con sus amigos en el parque (de distintas razas, alguno en condición de
discapacidad y de distinto nivel económico) como el sentirse superior no es un
sentimiento innato en el ser humano, los niños juegan sin reparar en ese
diferencias… pero poco a poco la cultura, el entorno les va mostrando una forma
de relacionarse y les enseña las categorías, de color, de sexo, de estrato,
hasta de religión, y como cada uno desde su perspectiva tienden a creer que
tiene la razón; se produce la fractura y ya ese niño que simplemente se
preocupaba en jugar con otros seres humanos, ahora se siente diferente y debe
buscar a sus iguales.
Ahí comienza la exclusión,
en esa micro sociología de lo cotidiano y contra ella debemos luchar, si
queremos pensar en un país y un mundo en paz, debemos empezar por criar niños
empáticos, comprensivo y respetuosos, que reconozcan las diferencias con los
demás sí, pero que sean capaz de ver más allá de lo superficial y encontrarse
con el ser que tienen en frente.
Parece una tarea titánica,
pero creo que cada uno desde nuestro lugar lo podemos hacer, como mamá trato de
que mi hijo entienda y sienta a los demás como sus hermanos, que comprenda que
solo somos un grano de arena en la inmensidad de la humanidad. Somos polvo de
estrella que algún día retornará a su lugar en el universo, y por ello debemos
mirar a los demás y a nuestra Tierra con humildad, la humildad que da el reconocer
que todos estamos conectados y debemos saber CON-VIVIR. Tal vez por todo lo
anterior me encanta la pedagógica Montessori y su propuesta en la EDUCACIÓN
CÓSMICA, María Montessori vivió la primera guerra mundial, tuvo que huir del fascismo
italiano y por tanto sabía mejor que nadie los excesos a los que puede llegar
un ser humano, su propuesta cien años después podría arrojarnos luz en medio de
tanta oscuridad que en ocasiones parece reinar.
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