miércoles, 23 de septiembre de 2015

El día de hoy tuvimos la oportunidad de asistir  a un taller de artesanos donde nos enseñaron a hacer
manillas en macramé, la experiencia fue fantástica porque por un lado descubrí habilidades ocultas que desconocía (siempre me he considerado una no-artista, el lado racional siempre está al mando de mi personalidad) y por otro porque el estar ahí sentados, concentrados y utilizando las manos para crear algo nuevo me hizo ponerme a pensar. 

La dinámica de la sociedad actual nos mantiene tan ocupados que en pocas ocasiones tenemos la oportunidad de sentarnos a apreciar los pequeños detalles de la vida o a realizar algo que queramos hacer por simple diversión. La tecnología, el consumo, los días pasan y nosotros vamos pasando con ellos sin darnos cuenta que la vida va corriendo y cada momento es único. Frente a esto creo que la labor del artesano es hacerle frente a esa frenético "desarrollo", es un trabajo tan íntimo, tan inspirador, tan cuidado; cada una de sus artesanías tiene un lento proceso de creación, desde la idea o el sueño, hasta tener el objeto terminado pueden pasar muchísimas cosas. Cada artículo refleja una forma de pensar, sus pequeños detalles dan cuenta de una historia; son hermosos porque han sido pensados, cuidados, elaborados con amor. Las manos en este caso se convierten en materializadoras de sueños, con estas manos que comemos, escribimos, sentimos podemos crear múltiples expresiones de la belleza y la cultura. Ya nuestros primeros pobladores lo hacían y hoy en medio de todo esta lluvia de plástico y productos desechables, ellos lo siguen haciendo con dedicación y vocación. 

Y bueno se preguntarán ¿eso que tiene que ver con la crianza?, pues en medio de mi proceso de inspiración, me di cuenta que esos hilos que tenía entre mis manos se parecían mucho a Mateo, o a los hijos en general. El artesano con paciencia y mucho amor va trabajando la materia prima, poco a poco la va tallando, puliendo, dando forma. No hay prisas, ni tiempo; eso somos los padres o al menos eso debemos ser, dejar a un lado nuestros afanes que no nos permiten apreciar los pequeños detalles. El mundo de los adultos no es tan divertido al fin y al cabo. Como padres debemos despojarnos de etiquetas y de
l ritmo desenfrenado con el que se está viviendo la vida últimamente, dejar el afán de tener hijos perfectos, exitosos e inmediatos. Que rico sería ser como ese artesano en el proceso de crianza, que con amor y paciencia acompañemos a nuestros niños y niñas, cada día como un nuevo descubrir donde aprovechemos su presencia y los momentos que la vida nos regala. Que nos asombremos por ese pequeño detalle y esa risa al despertar, el sentir su olor en la madrugada y su cara enfadada cuando no están de acuerdo con algo. Acompañarlos en sus risas y sus llantos, ser ese artesano cuidadoso que cuida su obra maestra porque es única e irrepetible.

La vida es un gran milagro que cada día tenemos la oportunidad de vivir, nuestros hijos son esas obras de arte que cada día con amor, paciencia y empatía estamos tallando. 

Por mi parte intentaré dejar a un lado tanta preocupación y tanta carrera, para parecerme más a ese artesano feliz.


Feliz mitad de semana

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Espero que te esta publicación te haya aportado. Si quiere compartir tus ideas o emociones sería enriquecedor. Muchas gracias